miércoles, 29 de julio de 2009

¿Dónde está mi flechazo?

Cada semana, cuando tengo que “postear” de nuevo, me asaltan los temores sobre qué escribir. Principalmente porque, con tanta actividad, mi vida social es bastante reducida, disminuyendo considerablemente las vivencias personales sobre las que disertar.

Cristo Rodríguez > 29-7-09 (Opinión)

Como digo, hasta ayer todo eran miedos ¿Qué escribir? ¿De dónde saldrá el tema? ¿Será interesante? y muchos otros más. La mayor parte de los encuentros se suelen mantener durante el fin de semana, ya sea con amigos, parejas, conocidos, desconocidos... Y cómo últimamente mis fines de semana los paso en casa o en el trabajo, no tengo mucha vida social que derive en “relaciones” humanas. Así que, lógicamente, mis miedos están ahí ¿De qué escribir si no me “relaciono”?

Pues bien, el destino, que suele ser más expedito que nosotros, esta vez, me lo ha puesto en bandeja. Ayer, con la idea de qué post colgar rondando por mi cabeza, terminé el ensayo de teatro y me fui a cenar, de forma no planificada, con mis compañeros. Fue una cena agradable en la que hablamos del amor, sexo, la vida, el altruismo... Típica cena de seudointelectuales haciéndose los interesantes. Al terminar de engullir la comida y agotando, de forma atropellada, los últimos razonamientos de nuestra conversación, nos despedimos en dos grupos. Uno marchó hacia Gran Vía y otro, en el que yo me encontraba, hacia Tribunal. Cuando comenzamos a dar los primeros pasos, y mientras yo llamaba al 010 para informar de que una boca de riego no paraba de echar agua, un chico rubio de tremendos ojos azules y guapísimo se cruzó por mi camino justo en la esquina del bar “Stop Madrid”. Ambos nos miramos, seguimos nuestros caminos, nos dimos la vuelta, nos volvimos a mirar y... Seguimos nuestros caminos. Un encuentro sutil que hizo saltar chispas. El
encuentro quedó ahí, yo seguí con mi llamada camino de casa y el chico siguió camino de algún lugar.

¿Por qué no me di cuenta?
Esta mañana me desperté, para ir al trabajo, y cuando estaba en la ducha me di cuenta, lo que surgió entre el rubio y yo fue un flechazo ¡Pero yo me di cuenta casi 7 horas después! Desde la mañana no paro de preguntarme ¿Por qué no me enteré en su momento? ¿Por qué no lo vi venir?

La respuesta, creo que, está bien clara. Actualmente el ser humano se encuentra tan absorbido por los quehaceres de su vida diaria, que no tiene tiempo de observarse a sí mismo ¿Tanto miedo nos da lo que podamos descubrir? A causa del ritmo frenético de esta ciudad, puedo decir que, me perdí la oportunidad de conocer al posible amor de mi vida. ¿O acaso fue culpa mía y no de la ciudad? Sea de una u otra manera, la solución está bien clara, debemos aprender a permanecer y reconocernos a nosotros mismos y a los demás. De esta forma, seguramente, la próxima vez que tenga(mos) un “flechazo”, que podrá funcionar o no, podré(mos) dar(nos)me cuenta en el momento.
El camino es largo, pero eso no significa que no sepamos-podamos llegar hasta el final. ¿Será el momento de comenzar una fase Zen...? ¡Deberíamos! Por lo menos un poco.




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