miércoles, 4 de noviembre de 2009

Pon un negro en tu vida

Después de algunas semanas sin postear, debido al ¿final? de mi ajetreada vida en Madrid y a la multitud de despedidas a las que he tenido que hacer frente, aquí va una nueva sesión, esta vez desde el “centro del mundo”. Nueva York es la ciudad que me acogerá durante los próximos meses y, como no, será el escenario de mis cavilaciones…


Cristo Rodríguez


La ciudad de los rascacielos no ha perdido un ápice del racismo que cubrió USA años ha. Sólo que ahora está más encubierto. Si bien Nueva York se ha convertido en una ciudad cosmopolita donde todos tienen cabida, vasta salir a la calle para darse cuenta de cómo funcionan las cosas. Mientras que miles de blancos cruzan la calle a toda prisa con su café caliente en la mano, miles de negros les esperan en las puertas de sus lujosas oficinas o sus impresionantes apartamentos o conducen sus coches de infarto.


Quizá es una impresión precipitada, ya que sólo llevo dos días en la ciudad, pero, por lo que he podido ver, aún no he visualizado ni un solo blanco en ninguna portería de esta ciudad. Esta “supeditación” del hombre negro se mantiene desde casi la fundación del país, antes recogían algodón y se dejaban manosear y pisotear por el patrón, ya que no tenían alma, y ahora se dedican a abrirle las puertas del lujo para quedarse con las migajas. Poco ha cambiado la cosa.


Aunque en la ciudad de la ostentación y del “todo vale” no podía faltar el toque chic. La avenida Madison entre la calle sesenta y algo y la ochenta y algo tiene la mayor aglomeración de tiendas de lujo que haya visto en mi vida. Por supuesto, cada tienda tiene su particular “portero”. Un chico, generalmente guapo, que te da la bienvenida y te adentra en el mundo de glamour, riqueza y placer que ofrece el lugar. Evidentemente este maître de la opulencia tiene la piel de un cierto color chocolate con leche.


Quizá sea porque a veces soy prejuicioso, porque tanta luz me ha cegado y no he visto bien el color de su piel, porque hay mucho negro en esta isla o porque realmente tengo razón, lo cierto es que esta ciudad tiene empleados a gran parte de sus “afroamericanos” en trabajos de “sirvientes”.


Lo cierto es que después de pasear entre tanto lujo, de pasar delante de tantos edificios carísimos y de comer tanta fat food, mi cuerpo me pedía estar con alguien con un poco de color. Y yo, ni corto ni perezoso, me he abierto perfiles en todas las páginas habidas y por haber y he contactado con alguno.


Después de largas conversaciones, más que nada porque mi inglés es pésimo y tardo mucho tiempo en escribir y descifrar lo que me quieren decir, he conseguido saber que uno de los preciosos chicos de ébano vive cerca de donde me estoy hospedando. Con lo cual, con la gracia española que me caracteriza (de vez en cuando claro), le he soltado un “I am horny men”. Yo no se como me sentaría a mi si un tío me suelta “Estoy caliente hombre”, quizá lo mandaría a tomar por el culo (con otro claro), pero aquí en EEUU debe sonar muy bien porque en el siguiente mensaje me ha pasado su dirección y una hora de contacto.


En un periquete me he plantado allí, no sin antes dejar algún anzuelo, en forma de mensaje, para los próximos días. Un timbrazo ha sido suficiente para que el “georgeus men” me abriese las puertas de su casa sin preguntar si quiera quien era, debe ser que aquí no conocen el cuento del lobo y la oveja.


Una vez en su casa hemos hablado, poco, y le he explicado, en mi patético inglés, que soy de España, que estaré en la ciudad tres meses, que llegué hace dos días, bla, bla, bla… Lo que llevo contando dos días vamos. Después de eso me ha invitado a sentarme cerca de él y ahí ha comenzado el tomate o, mejor dicho, la chocolatada. Yo, que cada día ando más blanco, el, que más negro no se puede ser, y nuestro respectivo “licor del amor”, por utilizar un eufemismo no muy manido.


Al concluir nuestra sesión “ká-li-ente” ha llegado la despedida en la que el chico parecía bastante interesado en volver a quedar. Me ha pedido por favor, y varias veces, que le mande un mensaje y que le diga mi número de teléfono, cuando tenga. Aunque aún no se si lo repetía tanto por interés o porque se dio cuenta que yo de inglés ni papa. El caso es que sé donde vive, que tengo su perfil almacenado, que me ha pasado su número de teléfono y que, después de tantos “disgustos” madrileños me apetece vivir la vida y descargar mi “licor del amor” con todos los hombres que se me crucen por delante, siempre que no tenga mucha pinta de español. De todas formas seguro que lo llamo para quedar otra vez pues no ha estado mal la experiencia. Además el chico “S” era casi una copia a mi pero en negro, la cara diferente claro, pero en general un cuerpo prácticamente similar y eso de visualizarte a ti mismo en otro color la verdad que da mucho morbo.


Y así, sin más ni más, de esa forma tan simple, yo, al igual que todos los pisos de lujo y las tiendas chic de la gran manzana, he puesto un negro en mi vida. El primero, pero no será el último…

4 Comentários:

Mel dijo...

Amazing... jejejejeje. Sigue así de feliz y contándolo por aquí!

naara dijo...

oh my God!!

helena dijo...

ahora si que voy a ir a verte... I'm a horny woman!!! jjajajajajajaaj

Anónimo dijo...

disfruta del licor del amor

Un besin grande!

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