domingo, 27 de diciembre de 2009

Amor de la nada

Es curioso como la gente puede llegar a enamorarse de la nada, del vacío. Hay personas cuyo deseo de encontrar el amor es tan grande, que creen enamorarse de alguien sólo por el sonido de su voz o por verlo en unas cuantas fotografías.

Cristo Rodríguez

No me interesa juzgar si eso está bien o mal. Puesto que el hecho de ser un alma enamoradiza y de encontrar el amor mínimo una vez por semana, como, a veces, es mi caso, no está mal. Siempre y cuando esto no nos rompa el corazón. Puedo decir, que aunque a veces pierda la esperanza, este no es mi caso. Me afecta durante un rato, como a todos, pero rápidamente me recupero. El amor está ahí fuera y yo pienso tropezarme con él…

Lo que no me parece tan correcto, por lo que se refiere a los demás y a uno mismo. Es cuando este enamoramiento repercute tanto en uno que llega a afectarle psicológicamente.

No hace demasiado tiempo conocí a un hombre por Internet. El tío parecía majo y me invitó a pasar un fin de semana a su casa. Él vive en Boston y como yo quería ver la ciudad creí que era una buena idea. Además parecía majo y, por las fotos no estaba mal, no es que quisiera nada con él, porque parecía que no iba en esa línea, pero en las relaciones de “amistad” homosexual la cosa siempre puede derivar en derroteros sexuales.

Una semana antes de mi partida el tipo se ponía en contacto conmigo casi a diario. Vía texto, llamada al móvil o mensaje en la Web. Esto me hizo pensar cosas raras pero lo dejé pasar.

A mi llegada el señor me recogió en su coche. Al verlo me quedé un poco extrañado pues no se parecía mucho al de las fotos. Aunque en Internet ya se sabe, mucho de lo que hay, incluida la información “veraz” de grandes medios, es mentira. Fuimos a comer a un restaurante italiano y allí me fijé en cual era la diferencia. Una palabra que muchos y muchas comienza a pronunciar a finales de los 30 principio de los 40, BOTOX. El hombre, llamémosle M, tenía una cara diferente porque era, de hecho, una persona diferente. Parecía más un felino que un ser humano.

Después de comer, caminamos por una ciudad que es casi tan fría como el Polo Norte, y al final me dijo que si pasábamos a comprar algo y después preparábamos la cena en su casa. Así lo hicimos, con algo de comida y dos botellas de vino nos dirigimos a su hogar, que resultó ser la casa de verano de sus padres. Una vez allí me dijo “gracias por venir” como unas cinco veces. Yo le decía que de nada y no entendía porque tanto “Thank you”, al fin y al cabo el favor me lo hacía él. Yo quería ver la ciudad y él me ofrecía su casa, a 30 minutos de Boston, en coche. Una vez colocadas las cosas en sus correspondiente muebles, M se acercó a mi y me dijo “Dame un beso” en un mal español, a mi me pillo por sorpresa y se lo di ¿qué puede hacer uno en esta situación? Después de esto se fue al baño.

Durante el tiempo que estaba en el baño, y viendo sus intenciones, pensé en como librarme de él. Y mi mente pronunció la palabra mágica, MIENTE. No soy yo mucho de mentir pero, al fin y al cabo, una mentira piadosa es mucho mejor que decirle a un tío que no te gusta nada por que tiene la cara más operada que Belén Esteban.

Cuando regresó y se acercó a mi le dije que lo sentía, que estaba enamorado de un chico y que no podía hacer aquello. Su cara mudó de color y se largo a su cuarto. Yo me quedé con pinta de compungido, que se note que uno es actor- pensé. Tras unos momentos de reflexión con su almohada, y tomar más de un barbitúrico, M volvió y me preguntó que si quería a alguien por qué había ido a pasar el fin de semana con él. Ahora el que mudaba la cara de color era yo. Yo pensé que esto era una invitación amistosa, no sexual y mucho menos amorosa. Pero en vez de decir eso, y dejándome arrastrar por la fuerza de la mentira que se iba apoderando de mí, seguí con una macabra historia sobre lo difícil de mi amor con el supuesto americano debido a la distancia, que fui a su casa creyendo que podría acostarme con otra persona, etc., etc. ¡Con lo fácil que hubiese resultado decir que no me gustaba y que yo pensé que su invitación era “de buen rollo” sin compromisos de ningún tipo!

Al parecer mi historia lo descolocaba cada vez más y, sin entender yo muy bien porqué, llegó un momento que se derrumbó. Comenzó a llorar y a decirme que él estaba soltero y que quería conocerme porque a sus 44 años no tiene nada en la vida y le apetece que alguien que lo quiera… Una gran cantidad de individuos de este mundo que tiene problemas psicológicos se dan cuenta de ellos e intentan arreglarlos antes de los 30, según mi psicoterapeuta. La mayor parte de las personas no se percatan de ello y siguen arrastrándoles hasta la muerte. Y sin duda, he aquí un caso claro. En vez de decirle esto, intentaba disculparme mientras, él, se bebía el vino a gran velocidad.

Mientras bebía, sentado en una mesa frente a mí, me comentaba, entre lágrimas, cuan horrible era su vida y lo necesitado que estaba de encontrar el amor. En su interlocución tuvo tiempo para acusarme de utilizarlo, decirme que él pensaba tener un fin de semana romántico conmigo, me reprochó que había limpiado la casa por mí, que qué esperaba yo cuando alguien conduce 30 minutos para recogerlo a uno y mil cosas más. También me enseño fotos de su juventud cercana, unos diez años atrás, muchas de ellas colocadas en la Web, y me dijo que la gente esperaba eso cuando quedaban con él, unos abdominales que ya no tenía y una cara distinta a la actualmente inyectada. Bueno, ¡¿Y que espera?! Quiero decir, si pones tus fotos en una página de contactos la gente espera que seas tú, ¡¡¡no tu amigo, tu vecino o el tú que fuiste hace 20 años!!!! Eso debía haberle dicho, pero preferí callar y dejar que el alma destrozada de aquel niño de 16 años corriese libre por la sala llorando sus penas. Tras largas horas de monólogo, interrumpido solamente por asentimientos de mi parte, fuimos a dormir.

Toda esta conversación me hizo pensar mucho, sin duda. ¿Cómo es posible que un hombre de 44 años llegue a amar a otro sólo por un par de fotos? ¿Es posible desear tan ciegamente el amor hasta perder el norte de la realidad? Ó ¿Es que esa persona ya había perdido en norte tiempo atrás? ¿Es infinita la esperanza y la fe en el amor? Y muchas otras más que quedaron sin respuesta.

A la mañana siguiente me levanté, me duche y arreglé mis cosas para irme. Sin casi hablar me llevó hasta la estación de “cercanías” más cercana a su casa y me dijo que el tren hacia Boston no tardaría en pasar. Parece que todo el amor, que románticamente me profesaba, desapareció entre la niebla de dos botellas de vino y varias decenas de tranquilizantes. Yo le di las gracias por todo, le deseé suerte en su vida y salí del coche con mi orgullo intacto y con el sentimiento de haber realizado la buena obra del mes. No se muy bien porqué pero me sentí tremendamente bien y feliz conmigo mismo…

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