La tensión de las tres citas en una noche
Mi teléfono necesita ser reparado, de nuevo. No es que me
preocupe el echo de que me lo tengan que arreglar, que para eso pago un seguro
que me cubre los gastos de reparación y además me ofrecen uno mientras reparan
el mío, lo que realmente me preocupa es no tener mis contactos a mano y
cargarla como la última vez que mi móvil se enfermó.
Por Cristo Rodríguez.
Allá por el mes de agosto tuve un pequeño accidente con mi
teléfono inteligente y se me rompió el cristal trasero. Así que, con todo el
dolor de mi alma, tuve que dejarlo marchar y quedarme con un teléfono de
sustitución con más años que mis tres abuelos juntos (quizá un poco menos),
supongo que todo aquel que haya tenido que desprenderse de su móvil inteligente
durante algún tiempo sabrá de la dificultad de permanecer alejado de él.
El echo de no tener un teléfono que te de acceso a diversas
actividades, y a todas las páginas de
contactos durante todo el día en los tiempos que corren, es un gran problema.
Sobre todo para los que casi somos adictos a este tipo de tecnologías. Los
primero días sin mi teléfono y sin la posibilidad de chatear allá donde
quisiera fue una prueba dura que el destino me impuso. Pero no sabía yo que lo
peor estaba por llegar.
Como es natural en los tiempos que corren, uno no puede
agarrarse a un solo clavo. En esta vida hay mucha competencia y si uno quiere
tener un buen trabajo tiene que intentar conseguirlo solicitando ese buen
trabajo en la mayor cantidad de empresas posibles para poder tener una mínima
oportunidad de conseguir dicho trabajo. Pues bien, digamos que con los novios o
amantes uno tiene que hacer lo mismo. Si te juegas todas tus cartas a una sola
persona, lo más probable, es que pierdas la partida. Con esta filosofía del cuanto
más abierta sea la apuesta más posibilidades hay de entrar, me enfrento yo a la
vida amorosa. Esta filosofía me funciona más o menos bien, cuando una persona
no puede quedar conmigo tengo a otra que si puede, y si ninguna de las dos
pueden pues procuro tener una tercera o cuarta que si podrá. Y para controlar
que todos estos movimientos sincronicen, no hacer daño a nadie y probar a que
todos estemos contentos se necesita un aliado que te ayude en la tarea.
Como ya he dicho, en el pasado mes de agosto me quedé sin
teléfono que me ayudase a controlar mi calendario, me dejaron uno de préstamo
en el cual no tenía agenda alguna y yo andaba con varios frentes amorosos
abiertos. Un mal cocktail que casi termina conmigo en urgencias, o por un
ataque nervioso o por asesinato múltiple, no con múltiples muertos sino con
múltiples asesinos.
Cierta tarde le mandé a uno de los chicos (número 1) con los
que me estaba viendo un mensaje para ver si le apetecía quedar, a lo cual no
recibí respuesta. Otro de los chicos
(número 2) me mandó un mensaje para quedar y yo le dije que por supuesto
podíamos vernos esa noche en mi casa, así que le mandé mi nueva dirección. Al
poco tiempo recibí otro mensaje (número 2) preguntándome si nuestra cita seguía
en pie a lo cual yo respondí que si, a lo cual le siguió un mensaje
preguntándome dónde vivía, esto despertó una ligera sospecha en mi que me hizo
revisar los últimos mensajes, con lo que pude ver que la persona que me estaba
mensajeando no era el número 2 sino el número 3. En un plazo de una hora, había
pasado de no tener plan para la noche, a quedar con dos chicos sin que ninguno
de ellos supiera que había quedado con el otro. Así que decidí hacer algo que
la mayoría de los adultos hemos aprendido a hacer con el tiempo, no responder
el mensaje del número 3. El problema parecía resuelto. De nuevo sólo había
quedado con el número 2, el cual me escribió diciendo que tenía que coger el
coche y que si era difícil de aparcar en mi zona, -no lo se- le respondí y me
contestó que entonces se pensaba si venir o no. Al no responder durante veinte
minutos, entré en pánico y le mandé un mensaje al número 3. Número 1 respondió
(¡después de dos horas!), “Ok, voy a tu casa”. Otra vez en el lío, la situación
se complicaba, se solucionaba y se complicaba de nuevo. Sin saber que hacer, y cavilando
que excusas podría utilizar para
librarme de uno de los dos, decidir con cual de los dos me apetecía más quedar…
Todo muy complicado con lo que mi nivel de estrés iba escaladando hasta llegar
al desasosiego. Al fin y al cabo sólo tenía que lidiar con dos de ellos, cuando
el número 2 se decidió, “Ok, cojo el coche de mis padres y estoy allí en 30
minutos”. ¡Oh no! Tres citas en la misma noche. ¡¿Quién puede con eso?! ¡Y
todos a mi casa! Tenía que actuar rápido o en breve la hiperventilación me iba
a hacer caer redondo al suelo, por lo menos así tendría la escusa perfecta. “Sabes
que, no me encuentro muy bien y mañana madrugo, así que mejor me quedo en
casa”, con este mensaje el número 3 se retiraba de la competición. Este mensaje
que en cualquier otro momento me hubiese fastidiado me llenó de gozo. Ahora
sólo tenía un problema del que librarme. “¿A que hora tenías pensado venir a mi
casa?” El número 1 recibió este mensaje de mi parte, al que tras no contestar
en quince minutos, me di por enterado de que no vendría y si venía podía
decirle que al no responder había quedado con un amigo. Ya sólo quedaba el
número 2 en juego. Así que esta noche me jugaría mis cartas al número 2.
El número 2 se retrasaba y tras varios mensajes entre
nosotros, en los cuales yo le insistía diciendo que había donde aparcar cerca
de mi casa, etc. etc., decidió que ya era tarde y que no vendría a mi casa.
Así que así me quedé sólo, como si fuera un castigo del
cielo, de cupido o de todos los dioses del olimpo. Aunque tengo que confesar
que nunca he estado más feliz de dormir sólo en mi vida. La paz se apoderó de
mi cuerpo y de mi alma, dormí como un angelito toda la noche del tirón.
Del número 2 no he vuelto a saber. El número 1 lo sigo viendo
de vez en cuando, pero ahora estamos en el proceso de intentar se sólo amigos.El número 3 sigue insistiendo en quedar conmigo, aunque
ahora tiene la escarlatina y no nos veremos en un tiempo, ya se verá.
El número 0, osease yo, como dije al principio, esta
preocupado por la perdida de su móvil otra vez. Aunque a decir verdad, aprendí
la lección, por lo menos por un tiempo, ahora intento tomarme las cosas con
tranquilidad, de uno en uno. Así no me atraganto y mi salud mental permanece
intacta. Aunque no se si en el futuro la lección se me olvidará o no. Por lo
pronto, en breve, me quedaré sin móvil otra temporada (espero que corta), así
que no creo que tenga tiempo de olvidarlo… Creo…Espero…